14 de agosto de 2009

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Raymond Kolbe nació en un pequeño pueblo de Polonia, cerca de Lodz, en 1894. Entró en la orden de los Franciscanos conventuales, donde al profesar cambió su nombre por el de Maximiliano, al que luego añadiría el de María. Estudia en Roma y allí funda un movimiento mariano al servicio de la Iglesia en el mundo, que llevará a su patria.

En 1927 crea una verdadera ciudad monástica de vida religiosa y apostolado por los medios de comunicación, la Ciudad de la Inmaculada. Fundaría otra más en Nagasaki, Japón, donde fue de misionero. En 1936 regresa a Polonia, y es elegido superior de la comunidad fundada por él, y allí le sorprende el estallido de la guerra y la invasión alemana. Poco más tarde fue conducido por los nazis al campo de concentración de Auschwitz, donde el padre Kolbe atendió humana y espiritualmente a los demás compañeros de infortunio.

Su vida, hasta entonces, había sido la de un buen religioso, pero dio su testimonio definitivo en el campo de exterminio donde había sido llevado, al ofrecer su vida a cambio de la de un compañero. Franciszek Gajowniczek, el hombre que fue salvado por el padre Kolbe, nos lo cuenta:

“Yo era un veterano del campo de Auschwitz. Un día escapó un compañero de nuestro pabellón, y no fue encontrado. El castigo que los guardianes nos reservaban era la muerte por hambre y sed para diez de nosotros, elegidos al azar. Fui uno de los escogidos para esa terrible muerte, y musité: “Mi pobre esposa , y mis pobres hijos”. Uno de mis compañeros, el padre Kolbe, me oyó y dio un paso adelante, se acercó al coronel y le dijo: “Soy un sacerdote católico polaco, estoy ya viejo. Querría ocupar el lugar de este hombre -me señaló a mí- que tiene esposa e hijos”. El oficial accedió a su petición, y se lo llevaron con los otros nueve , dejándome con vida”.

Fue encerrado con sus compañeros en un bunker, para morir de hambre y sed. Allí sostuvo y reconfortó a sus compañeros. Tras varias semanas, era el único que quedaba con vida, y se le ejecutó con una inyección letal. Era el 14 de agosto de 1941.

Maximiliano kolbe es un mártir (testigo) de nuestros días. Dio testimonio de su fe y su amor al prójimo en un lugar, Auschwitz, que simboliza como ningún otro la barbarie humana, y lo hizo con un gesto gratuito: de no haberse adelantado de la fila, nadie se habría escandalizado, ni habría dudado de su fe. El padre Kolbe murió por un acto de caridad hacia un hermano al que nunca había hablado, y al que, posiblemente, vio por vez primera cuando el coronel de las SS le señaló como víctima para el sacrificio.

(c) Comisión Diocesana de Enseñanza, Valencia.






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