10 de noviembre de 2009



Ave verum corpus natum
De Maria Virgine,
Vere passum, immolatum
In cruce pro homine,
Cuius latus perforatum
Unda fluxit et sanguine,
Esto nobis praegustatum
In mortis examine.
O Jesu dulcis, o Jesu pie, o Jesu, Fili Mariae.

Hay varias traducciones, el verso más dificil es
"Esto nobis praegustatum in mortis examine"

Salve verdadero Cuerpo nacido de María virgen,
verdaderamente atormentado e inmolado
en la cruz por el hombre.
De su costado traspasado
vertió agua y sangre.
Haz que te gustemos
en el trance de la muerte.
Oh Jesús dulce, Oh Jesús piadoso, Oh Jesús, Hijo de María!

14 de octubre de 2009


“SEIS RAZONES PARA ACUDIR A LA MANIFESTACIÓN DEL 17-O”

Iré a la manifestación del 17 de octubre en Madrid…

… Porque es posible, porque puedo y ante un tema tan grave, creo que debo hacerlo: es una cuestión de responsabilidad personal.

… Para que todas las mujeres de España se enteren de que hay millones de personas dispuestas a ayudarlas ante un conflicto derivado de un embarazo imprevisto, y comprendan que el aborto nunca es la solución, sino el inicio de más problemas.

… Para que los políticos de todos los partidos se enteren de que en España hay millones de personas que no están dispuestas a acostumbrarse al aborto y que seguirán trabajando sin descanso para que algún día no haya abortos en España.

… Para que los gobernantes y parlamentarios de España sepan que hay una amplísima mayoría de españoles que rechazan toda legislación permisiva del aborto y reclaman alternativas solidarias de apoyo a la mujer embarazada.

… Para hacer una llamada de atención al resto de los países del mundo, en los que también se debate este asunto; para que se sepa que la batalla sigue viva, diga lo que diga la ley: seguiremos trabajando por una Cultura de la Vida.

… Para que cuando tu hijo o tu nieto te pregunten: “…cuando había aborto en España, ¿que hiciste tú para acabar con esa barbaridad?…” puedas contestarle que, al menos, participaste en la famosa manifestación del 17 de octubre de 2009 en Madrid.

10 de octubre de 2009

Lugar de la catequesis parroquial

Tenemos un nuevo lugar para poder impartir la catequesis parroquial. Agradecemos al colegio su ofrecimiento y acogida.


Utilizaremos estas instalaciones hasta la conclusión de las obras de reforma del edificio parroquial.

Queremos agradecer también al Liceo Europeo, en su equipo directivo, que nos hubiera cedido sus aulas, pero nos resultaba complicado hacer uso de ellas.

Para cuidar a nuestros mayoers

7 de octubre de 2009

El Rosario para Juan Pablo II



CAPÍTULO III

« PARA MÍ LA VIDA ES CRISTO »

El Rosario, camino de asimilación del misterio

26. El Rosario propone la meditación de los misterios de Cristo con un método característico, adecuado para favorecer su asimilación. Se trata del método basado en la repetición. Esto vale ante todo para el Ave Maria, que se repite diez veces en cada misterio. Si consideramos superficialmente esta repetición, se podría pensar que el Rosario es una práctica árida y aburrida. En cambio, se puede hacer otra consideración sobre el Rosario, si se toma como expresión del amor que no se cansa de dirigirse a la persona amada con manifestaciones que, incluso parecidas en su expresión, son siempre nuevas respecto al sentimiento que las inspira.

En Cristo, Dios ha asumido verdaderamente un «corazón de carne». Cristo no solamente tiene un corazón divino, rico en misericordia y perdón, sino también un corazón humano, capaz de todas las expresiones de afecto. A este respecto, si necesitáramos un testimonio evangélico, no sería difícil encontrarlo en el conmovedor diálogo de Cristo con Pedro después de la Resurrección. «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?» Tres veces se le hace la pregunta, tres veces Pedro responde: «Señor, tú lo sabes que te quiero» (cf. Jn 21, 15-17). Más allá del sentido específico del pasaje, tan importante para la misión de Pedro, a nadie se le escapa la belleza de esta triple repetición, en la cual la reiterada pregunta y la respuesta se expresan en términos bien conocidos por la experiencia universal del amor humano. Para comprender el Rosario, hace falta entrar en la dinámica psicológica que es propia del amor.

Una cosa está clara: si la repetición del Ave Maria se dirige directamente a María, el acto de amor, con Ella y por Ella, se dirige a Jesús. La repetición favorece el deseo de una configuración cada vez más plena con Cristo, verdadero 'programa' de la vida cristiana. San Pablo lo ha enunciado con palabras ardientes: «Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia» (Flp 1, 21). Y también: «No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Ga 2, 20). El Rosario nos ayuda a crecer en esta configuración hasta la meta de la santidad.

Un método válido...

27. No debe extrañarnos que la relación con Cristo se sirva de la ayuda de un método. Dios se comunica con el hombre respetando nuestra naturaleza y sus ritmos vitales. Por esto la espiritualidad cristiana, incluso conociendo las formas más sublimes del silencio místico, en el que todas las imágenes, palabras y gestos son como superados por la intensidad de una unión inefable del hombre con Dios, se caracteriza normalmente por la implicación de toda la persona, en su compleja realidad psicofísica y relacional.

Esto aparece de modo evidente en la Liturgia. Los Sacramentos y los Sacramentales están estructurados con una serie de ritos relacionados con las diversas dimensiones de la persona. También la oración no litúrgica expresa la misma exigencia. Esto se confirma por el hecho de que, en Oriente, la oración más característica de la meditación cristológica, la que está centrada en las palabras «Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador»,[34] está vinculada tradicionalmente con el ritmo de la respiración, que, mientras favorece la perseverancia en la invocación, da como una consistencia física al deseo de que Cristo se convierta en el aliento, el alma y el 'todo' de la vida.

... que, no obstante, se puede mejorar

28. En la Carta apostólica Novo millennio ineunte he recordado que en Occidente existe hoy también una renovada exigencia de meditación, que encuentra a veces en otras religiones modalidades bastante atractivas.[35] Hay cristianos que, al conocer poco la tradición contemplativa cristiana, se dejan atraer por tales propuestas. Sin embargo, aunque éstas tengan elementos positivos y a veces compaginables con la experiencia cristiana, a menudo esconden un fondo ideológico inaceptable. En dichas experiencias abunda también una metodología que, pretendiendo alcanzar una alta concentración espiritual, usa técnicas de tipo psicofísico, repetitivas y simbólicas. El Rosario forma parte de este cuadro universal de la fenomenología religiosa, pero tiene características propias, que responden a las exigencias específicas de la vida cristiana.

En efecto, el Rosario es un método para contemplar. Como método, debe ser utilizado en relación al fin y no puede ser un fin en sí mismo. Pero tampoco debe infravalorarse, dado que es fruto de una experiencia secular. La experiencia de innumerables Santos aboga en su favor. Lo cual no impide que pueda ser mejorado. Precisamente a esto se orienta la incorporación, en el ciclo de los misterios, de la nueva serie de los mysteria lucis, junto con algunas sugerencias sobre el rezo del Rosario que propongo en esta Carta. Con ello, aunque respetando la estructura firmemente consolidada de esta oración, quiero ayudar a los fieles a comprenderla en sus aspectos simbólicos, en sintonía con las exigencias de la vida cotidiana. De otro modo, existe el riesgo de que esta oración no sólo no produzca los efectos espirituales deseados, sino que el rosario mismo con el que suele recitarse, acabe por considerarse como un amuleto o un objeto mágico, con una radical distorsión de su sentido y su cometido

El enunciado del misterio

29. Enunciar el misterio, y tener tal vez la oportunidad de contemplar al mismo tiempo una imagen que lo represente, es como abrir un escenario en el cual concentrar la atención. Las palabras conducen la imaginación y el espíritu a aquel determinado episodio o momento de la vida de Cristo. En la espiritualidad que se ha desarrollado en la Iglesia, tanto a través de la veneración de imágenes que enriquecen muchas devociones con elementos sensibles, como también del método propuesto por san Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales, se ha recurrido al elemento visual e imaginativo (la compositio loci) considerándolo de gran ayuda para favorecer la concentración del espíritu en el misterio. Por lo demás, es una metodología que se corresponde con la lógica misma de la Encarnación: Dios ha querido asumir, en Jesús, rasgos humanos. Por medio de su realidad corpórea, entramos en contacto con su misterio divino.

El enunciado de los varios misterios del Rosario se corresponde también con esta exigencia de concreción. Es cierto que no sustituyen al Evangelio ni tampoco se refieren a todas sus páginas. El Rosario, por tanto, no reemplaza la lectio divina, sino que, por el contrario, la supone y la promueve. Pero si los misterios considerados en el Rosario, aun con el complemento de los mysteria lucis, se limita a las líneas fundamentales de la vida de Cristo, a partir de ellos la atención se puede extender fácilmente al resto del Evangelio, sobre todo cuando el Rosario se recita en momentos especiales de prolongado recogimiento.

La escucha de la Palabra de Dios

30. Para dar fundamento bíblico y mayor profundidad a la meditación, es útil que al enunciado del misterio siga la proclamación del pasaje bíblico correspondiente, que puede ser más o menos largo según las circunstancias. En efecto, otras palabras nunca tienen la eficacia de la palabra inspirada. Ésta debe ser escuchada con la certeza de que es Palabra de Dios, pronunciada para hoy y «para mí».

Acogida de este modo, la Palabra entra en la metodología de la repetición del Rosario sin el aburrimiento que produciría la simple reiteración de una información ya conocida. No, no se trata de recordar una información, sino de dejar 'hablar' a Dios. En alguna ocasión solemne y comunitaria, esta palabra se puede ilustrar con algún breve comentario.

El silencio

31. La escucha y la meditación se alimentan del silencio. Es conveniente que, después de enunciar el misterio y proclamar la Palabra, esperemos unos momentos antes de iniciar la oración vocal, para fijar la atención sobre el misterio meditado. El redescubrimiento del valor del silencio es uno de los secretos para la práctica de la contemplación y la meditación. Uno de los límites de una sociedad tan condicionada por la tecnología y los medios de comunicación social es que el silencio se hace cada vez más difícil. Así como en la Liturgia se recomienda que haya momentos de silencio, en el rezo del Rosario es también oportuno hacer una breve pausa después de escuchar la Palabra de Dios, concentrando el espíritu en el contenido de un determinado misterio.

El «Padrenuestro»

32. Después de haber escuchado la Palabra y centrado la atención en el misterio, es natural que el ánimo se eleve hacia el Padre. Jesús, en cada uno de sus misterios, nos lleva siempre al Padre, al cual Él se dirige continuamente, porque descansa en su 'seno' (cf Jn 1, 18). Él nos quiere introducir en la intimidad del Padre para que digamos con Él: «¡Abbá, Padre!» (Rm 8, 15; Ga 4, 6). En esta relación con el Padre nos hace hermanos suyos y entre nosotros, comunicándonos el Espíritu, que es a la vez suyo y del Padre. El «Padrenuestro», puesto como fundamento de la meditación cristológico-mariana que se desarrolla mediante la repetición del Ave Maria, hace que la meditación del misterio, aun cuando se tenga en soledad, sea una experiencia eclesial.

Las diez «Ave Maria»

33. Este es el elemento más extenso del Rosario y que a la vez lo convierte en una oración mariana por excelencia. Pero precisamente a la luz del Ave Maria, bien entendida, es donde se nota con claridad que el carácter mariano no se opone al cristológico, sino que más bien lo subraya y lo exalta. En efecto, la primera parte del Ave Maria, tomada de las palabras dirigidas a María por el ángel Gabriel y por santa Isabel, es contemplación adorante del misterio que se realiza en la Virgen de Nazaret. Expresan, por así decir, la admiración del cielo y de la tierra y, en cierto sentido, dejan entrever la complacencia de Dios mismo al ver su obra maestra –la encarnación del Hijo en el seno virginal de María–, análogamente a la mirada de aprobación del Génesis (cf. Gn 1, 31), aquel «pathos con el que Dios, en el alba de la creación, contempló la obra de sus manos».[36] Repetir en el Rosario el Ave Maria nos acerca a la complacencia de Dios: es júbilo, asombro, reconocimiento del milagro más grande de la historia. Es el cumplimiento dela profecía de María: «Desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada» (Lc1, 48).

El centro del Ave Maria, casi como engarce entre la primera y la segunda parte, es el nombre de Jesús. A veces, en el rezo apresurado, no se percibe este aspecto central y tampoco la relación con el misterio de Cristo que se está contemplando. Pero es precisamente el relieve que se da al nombre de Jesús y a su misterio lo que caracteriza una recitación consciente y fructuosa del Rosario. Ya Pablo VI recordó en la Exhortación apostólica Marialis cultus la costumbre, practicada en algunas regiones, de realzar el nombre de Cristo añadiéndole una cláusula evocadora del misterio que se está meditando.[37] Es una costumbre loable, especialmente en la plegaria pública. Expresa con intensidad la fe cristológica, aplicada a los diversos momentos de la vida del Redentor. Es profesión de fe y, al mismo tiempo, ayuda a mantener atenta la meditación, permitiendo vivir la función asimiladora, innata en la repetición del Ave Maria, respecto al misterio de Cristo. Repetir el nombre de Jesús –el único nombre del cual podemos esperar la salvación (cf. Hch 4, 12)– junto con el de su Madre Santísima, y como dejando que Ella misma nos lo sugiera, es un modo de asimilación, que aspira a hacernos entrar cada vez más profundamente en la vida de Cristo.

De la especial relación con Cristo, que hace de María la Madre de Dios, la Theotòkos, deriva, además, la fuerza de la súplica con la que nos dirigimos a Ella en la segunda parte de la oración, confiando a su materna intercesión nuestra vida y la hora de nuestra muerte.

El «Gloria»

34. La doxología trinitaria es la meta de la contemplación cristiana. En efecto, Cristo es el camino que nos conduce al Padre en el Espíritu. Si recorremos este camino hasta el final, nos encontramos continuamente ante el misterio de las tres Personas divinas que se han de alabar, adorar y agradecer. Es importante que el Gloria, culmen de la contemplación, sea bien resaltado en el Rosario. En el rezo público podría ser cantado, para dar mayor énfasis a esta perspectiva estructural y característica de toda plegaria cristiana.

En la medida en que la meditación del misterio haya sido atenta, profunda, fortalecida –de Ave en Ave – por el amor a Cristo y a María, la glorificación trinitaria en cada decena, en vez de reducirse a una rápida conclusión, adquiere su justo tono contemplativo, como para levantar el espíritu a la altura del Paraíso y hacer revivir, de algún modo, la experiencia del Tabor, anticipación de la contemplación futura: «Bueno es estarnos aquí» (Lc 9, 33).

La jaculatoria final

35. Habitualmente, en el rezo del Rosario, después de la doxología trinitaria sigue una jaculatoria, que varía según las costumbres. Sin quitar valor a tales invocaciones, parece oportuno señalar que la contemplación de los misterios puede expresar mejor toda su fecundidad si se procura que cada misterio concluya con una oración dirigida a alcanzar los frutos específicos de la meditación del misterio. De este modo, el Rosario puede expresar con mayor eficacia su relación con la vida cristiana. Lo sugiere una bella oración litúrgica, que nos invita a pedir que, meditando los misterios del Rosario, lleguemos a «imitar lo que contienen y a conseguir lo que prometen».[38]

Como ya se hace, dicha oración final puede expresarse en varias forma legítimas. El Rosario adquiere así también una fisonomía más adecuada a las diversas tradiciones espirituales y a las distintas comunidades cristianas. En esta perspectiva, es de desear que se difundan, con el debido discernimiento pastoral, las propuestas más significativas, experimentadas tal vez en centros y santuarios marianos que cultivan particularmente la práctica del Rosario, de modo que el Pueblo de Dios pueda acceder a toda auténtica riqueza espiritual, encontrando así una ayuda para la propia contemplación.

El 'rosario'

36. Instrumento tradicional para rezarlo es el rosario. En la práctica más superficial, a menudo termina por ser un simple instrumento para contar la sucesión de las Ave Maria. Pero sirve también para expresar un simbolismo, que puede dar ulterior densidad a la contemplación.

A este propósito, lo primero que debe tenerse presente es que el rosario está centrado en el Crucifijo, que abre y cierra el proceso mismo de la oración. En Cristo se centra la vida y la oración de los creyentes. Todo parte de Él, todo tiende hacia Él, todo, a través de Él, en el Espíritu Santo, llega al Padre.

En cuanto medio para contar, que marca el avanzar de la oración, el rosario evoca el camino incesante de la contemplación y de la perfección cristiana. El Beato Bartolomé Longo lo consideraba también como una 'cadena' que nos une a Dios. Cadena, sí, pero cadena dulce; así se manifiesta la relación con Dios, que es Padre. Cadena 'filial', que nos pone en sintonía con María, la «sierva del Señor» (Lc 1, 38) y, en definitiva, con el propio Cristo, que, aun siendo Dios, se hizo «siervo» por amor nuestro (Flp 2, 7).

Es también hermoso ampliar el significado simbólico del rosario a nuestra relación recíproca, recordando de ese modo el vínculo de comunión y fraternidad que nos une a todos en Cristo.

Inicio y conclusión

37. En la práctica corriente, hay varios modos de comenzar el Rosario, según los diversos contextos eclesiales. En algunas regiones se suele iniciar con la invocación del Salmo 69: «Dios mío ven en mi auxilio, Señor date prisa en socorrerme», como para alimentar en el orante la humilde conciencia de su propia indigencia; en otras, se comienza recitando el Credo, como haciendo de la profesión de fe el fundamento del camino contemplativo que se emprende. Éstos y otros modos similares, en la medida que disponen el ánimo para la contemplación, son usos igualmente legítimos. La plegaria se concluye rezando por las intenciones del Papa, para elevar la mirada de quien reza hacia el vasto horizonte de las necesidades eclesiales. Precisamente para fomentar esta proyección eclesial del Rosario, la Iglesia ha querido enriquecerlo con santas indulgencias para quien lo recita con las debidas disposiciones.

En efecto, si se hace así, el Rosario es realmente un itinerario espiritual en el que María se hace madre, maestra, guía, y sostiene al fiel con su poderosa intercesión. ¿Cómo asombrarse, pues, si al final de esta oración en la cual se ha experimentado íntimamente la maternidad de María, el espíritu siente necesidad de dedicar una alabanza a la Santísima Virgen, bien con la espléndida oración de la Salve Regina, bien con las Letanías lauretanas? Es como coronar un camino interior, que ha llevado al fiel al contacto vivo con el misterio de Cristo y de su Madre Santísima.

La distribución en el tiempo

38. El Rosario puede recitarse entero cada día, y hay quienes así lo hacen de manera laudable. De ese modo, el Rosario impregna de oración los días de muchos contemplativos, o sirve de compañía a enfermos y ancianos que tienen mucho tiempo disponible. Pero es obvio –y eso vale, con mayor razón, si se añade el nuevo ciclo de los mysteria lucis– que muchos no podrán recitar más que una parte, según un determinado orden semanal. Esta distribución semanal da a los días de la semana un cierto 'color' espiritual, análogamente a lo que hace la Liturgia con las diversas fases del año litúrgico.

Según la praxis corriente, el lunes y el jueves están dedicados a los «misterios gozosos», el martes y el viernes a los «dolorosos», el miércoles, el sábado y el domingo a los «gloriosos». ¿Dónde introducir los «misterios de la luz»? Considerando que los misterios gloriosos se proponen seguidos el sábado y el domingo, y que el sábado es tradicionalmente un día de marcado carácter mariano, parece aconsejable trasladar al sábado la segunda meditación semanal de los misterios gozosos, en los cuales la presencia de María es más destacada. Queda así libre el jueves para la meditación de los misterios de la luz.

No obstante, esta indicación no pretende limitar una conveniente libertad en la meditación personal y comunitaria, según las exigencias espirituales y pastorales y, sobre todo, las coincidencias litúrgicas que pueden sugerir oportunas adaptaciones. Lo verdaderamente importante es que el Rosario se comprenda y se experimente cada vez más como un itinerario contemplativo. Por medio de él, de manera complementaria a cuanto se realiza en la Liturgia, la semana del cristiano, centrada en el domingo, día de la resurrección, se convierte en un camino a través de los misterios de la vida de Cristo, y Él se consolida en la vida de sus discípulos como Señor del tiempo y de la historia.

Copyright © Libreria Editrice Vaticana

CARTA APOSTÓLICA ROSARIUM VIRGINIS MARIAE



5 de octubre de 2009

Cancelado el inicio de curso para Primer Curso de Catequesis.

Tenemos que comuicaros con urgencia que el comienzo de la catequesis de los niños de primer curso queda cancelado. Recibiréis noticias por teléfono.

30 de septiembre de 2009

Maestro de la Palabra

"San Jerónimo en su estudio" (detalle), 1480
Fresco de Domenico Ghirlandaio, Florencia

Fuente: WGA


San Jerónimo (340-420) es un personaje excepcional, como hombre y como cristiano: sabio, asceta, literato, ermitaño, sacerdote, traductor de la Biblia del griego o hebreo al latín, consumado maestro en la vivencia y declaración de la Sagrada Escritura.

Nació en Dalmacia (Bosnia), hijo de familia noble y rica. Como disponía de talento, cultura familiar y dinero, estudió en Roma y se familiarizó con poetas, oradores, autores clásicos griegos y latinos. Era todo un hombre, joven y prometedor, de carácter muy fuerte.

En torno a los 20 años frecuentó mucho el trato con los cristianos y recibió el bautismo, y ya cristiano, siguió ampliando su formación con maestros famosos de Grecia y Asia Menor. A sus 30 años se podía permitir cualquier aspiración de futuro.

Pero a esa edad es cuando se produjo la gran crisis o transformación de su vida: renunciando a la carrera de gloria mundana, se hace monje y emprende la carrera de escritor. Este cambio le supuso terribles momentos de lucha contra sí mismo y contra las fuerzas del mal. Los pintores han inmortalizado sus tentaciones en el desierto, convertido es un manojo de nervios.

Cuando sobrevino el triunfo, a los 34 años fue ordenado sacerdote, y tras ello reemprendió sus viajes culturales-religiosos por Constantinopla y Roma. El papa san Dámaso le nombra secretario para Oriente.

A los 42 años se retira a Belén, donde cumple su misión más importante: el estudio y la traducción de la Biblia al latín. Es la Biblia que llamamos Vulgata, reconocida por el concilio de Trento como traducción oficial para toda la Iglesia. Casi exclusivamente de ella hemos vivido hasta las traducciones vernáculas en el siglo XX.

Murió en el monasterio de Belén. ¡Cuánto le debemos los cristianos por su magisterio bíblico! En la reflexión final incluiremos un párrafo sobre su aprecio de la Sagrada Escritura.

Fuente: www.mercaba.org

29 de septiembre de 2009

Un convento lleno de Vida

El P. Raniero Cantalamessa, O.F.M.Cap. nos introduce en la vida de uno de los monasterios de Clarisas de España lleno de vida y jóvenes vocaciones. Ciento cuarenta hermanas acogen al predicador pontificio y gran patrólogo en un momento de recreo.

21 de septiembre de 2009

El Consejo de Estado y el aborto


Ramón Pi

El sábado 17 de octubre se desarrollará en Madrid una manifestación popular a favor de la dignidad de toda vida humana, gravísimamente despreciada por el designio del Gobierno de Zapatero de hacer aprobar una ley que considere el aborto provocado como un derecho de las mujeres durante las catorce primeras semanas de gestación de sus víctimas. La oposición de sectores significativos de la sociedad española y de numerosas personas doctas y respetables a semejante propósito, se ha manifestado de muchas maneras. Hasta hoy todo ha sido en vano: el Gobierno en pleno, y de forma destacada su presidente y la titular del abominable Ministerio de Igualdad, hace oídos sordos a este clamor y se empecina con contumacia en su actitud. La manifestación, convocada desde hace meses por un total de 42 organizaciones cívicas, es un intento de hacer volver a ZP y los suyos a la cordura; pero caben pocas esperanzas de que eso vaya a suceder.

El anteproyecto gubernamental mereció muy severas críticas del Consejo Fiscal, y produjo una división insalvable en el CGPJ, que se mostró incapaz de emitir un informe, fuese a favor o en contra. Ahora se dice que el Consejo de Estado, en su dictamen preceptivo, ha dado la luz verde al designio gubernamental de establecer un plazo para el aborto a petición, aunque sugiriendo algunas modificaciones, que —se dice— no desvirtúan el núcleo del texto sometido a su consideración. Escribo estas líneas cuando todavía el texto íntegro del dictamen no está a disposición del público, al parecer por voluntad del presidente de la Institución y el ponente, que habrían determinado su secuestro hasta la aprobación del proyecto de Ley por el Consejo de Ministros, lo cual no ha impedido algunas filtraciones a los medios de comunicación, en las que se destaca que el dictamen ha sido aprobado por unanimidad, además de otros extremos, entre los que se cuenta la opinión de que el aborto a petición, esto es, sin que la madre tenga que dar explicaciones de su decisión de abortar, tiene encaje en nuestra Constitución.

Tengo interés en ver de qué manera argumenta el Consejo de Estado para llegar a sus conclusiones, en el supuesto de que las filtraciones respondan a la realidad. Es un interés diríamos académico, porque lo que diga o deje de decir el Consejo es, de hecho, perfectamente irrelevante para el Gobierno, que celebra ruidosamente los dictámenes que le son favorables, pero silencia los adversos y, en todo caso, hace lo que le da la gana. Este modo de proceder es acorde con la letra de la ley que establece que esos dictámenes no son vinculantes, pero a mi juicio pisotea su espíritu, pues para que las cosas se desarrollen así, sencillamente no hace ninguna falta que exista tal institución, cuya abolición supondría un interesante ahorro de dinero público.


Fuente: cope.es

26 de agosto de 2009

La patrona de la ancianidad

Hoy la Iglesia conmemora a una gran santa. Nacida a mediados del siglo XIX.

Nació Teresa de Jesús Jornet e Ibars el 9 enero 1843 en Aytona (Lérida), en el seno de una familia de agricultores, profundamente cristianos; cursó los estudios de Magisterio y ejerció su profesión de maestra nacional durante algún tiempo en Argensola (Barcelona). En 1868 ingresó en el monasterio de Clarisas de Briviesca (Burgos), del que tuvo que salir poco después por motivos de salud (1870). Durante algunos años recibió el influjo espiritual de un tío suyo, el P. Francisco de Jesús María y José Palau y Quer, carmelita descalzo exclaustrado, celoso misionero, gran contemplativo y apologista militante, creador de diversas instituciones de enseñanza. Durante algún tiempo, Teresa trabajó en las escuelas del P. Palau sin ligarse a compromiso de vida religiosa, abandonando estas actividades poco después (1872), fallecido el P. Palau.
Circunstancias providenciales decidieron definitivamente su vida, en el mismo a. 1872; en Barbastro (Huesca) entró en relación casual con un celoso sacerdote, D. Pedro Llacera, que le dio a conocer los planes de fundación en favor de la ancianidad desvalida que por entonces inspiraban la actividad de otro ilustre sacerdote, D. Saturnino López Novoa, chantre de la Catedral de Huesca; Teresa vio abierto el camino de su vida y se ofreció inmediatamente a ser colaboradora en tal empresa caritativa, uniéndose a las primeras aspirantes del nuevo Instituto fundado en Barbastro el 3 octubre 1872: pocos días después fue nombrada con carácter provisional superiora de aquel grupo por el Vicario capitular de la diócesis.

Trasladada la Fundación a Valencia, Teresa fue confirmada en su cargo de directora general por el arzobispo Mons. Mariano Barrio Fernández (10 mayo 1875). Emitió la primera profesión el 29 noviembre 1874, pronunciando los votos perpetuos el 8 diciembre 1877. El arzobispo de Valencia Mons. Antolín Monescillo (31 enero 1878) renovó el nombramiento de directora general. En 1887 fue elegida Superiora general del Instituto, de acuerdo con las Constituciones aprobadas por la Santa Sede, por un periodo de nueve años, siendo postulada para continuar en el cargo terminado este periodo, confirmándola en tal designación la Santa Sede (14 julio 1896) para otro periodo de nueve años que no pudo terminar. Murió santamente en Liria (Valencia) el 26 agosto 1897, dejando al morir 103 Casas-Asilos de su Congregación en plena actividad en España y América. Había recibido en la Congregación a 1.260 hermanitas, de las cuales muchas se le habían anticipado en la muerte. Sus restos mortales fueron trasladados a Valencia, a la Casa Madre de la Congregación, y son objeto de fervoroso culto. Fue beatificada por Pío XII el 27 abril 1958 y canonizada el 27 enero 1974 por Pablo VI, que con tal motivo pronunció una homilía exaltando el valor de su santidad y de su vocación en favor de los ancianos desvalidos. Se celebra su fiesta el 26 de agosto. (fuente: http://www.hermanitas.es/fundadora.htm)
Biografía

14 de agosto de 2009

16670


Raymond Kolbe nació en un pequeño pueblo de Polonia, cerca de Lodz, en 1894. Entró en la orden de los Franciscanos conventuales, donde al profesar cambió su nombre por el de Maximiliano, al que luego añadiría el de María. Estudia en Roma y allí funda un movimiento mariano al servicio de la Iglesia en el mundo, que llevará a su patria.

En 1927 crea una verdadera ciudad monástica de vida religiosa y apostolado por los medios de comunicación, la Ciudad de la Inmaculada. Fundaría otra más en Nagasaki, Japón, donde fue de misionero. En 1936 regresa a Polonia, y es elegido superior de la comunidad fundada por él, y allí le sorprende el estallido de la guerra y la invasión alemana. Poco más tarde fue conducido por los nazis al campo de concentración de Auschwitz, donde el padre Kolbe atendió humana y espiritualmente a los demás compañeros de infortunio.

Su vida, hasta entonces, había sido la de un buen religioso, pero dio su testimonio definitivo en el campo de exterminio donde había sido llevado, al ofrecer su vida a cambio de la de un compañero. Franciszek Gajowniczek, el hombre que fue salvado por el padre Kolbe, nos lo cuenta:

“Yo era un veterano del campo de Auschwitz. Un día escapó un compañero de nuestro pabellón, y no fue encontrado. El castigo que los guardianes nos reservaban era la muerte por hambre y sed para diez de nosotros, elegidos al azar. Fui uno de los escogidos para esa terrible muerte, y musité: “Mi pobre esposa , y mis pobres hijos”. Uno de mis compañeros, el padre Kolbe, me oyó y dio un paso adelante, se acercó al coronel y le dijo: “Soy un sacerdote católico polaco, estoy ya viejo. Querría ocupar el lugar de este hombre -me señaló a mí- que tiene esposa e hijos”. El oficial accedió a su petición, y se lo llevaron con los otros nueve , dejándome con vida”.

Fue encerrado con sus compañeros en un bunker, para morir de hambre y sed. Allí sostuvo y reconfortó a sus compañeros. Tras varias semanas, era el único que quedaba con vida, y se le ejecutó con una inyección letal. Era el 14 de agosto de 1941.

Maximiliano kolbe es un mártir (testigo) de nuestros días. Dio testimonio de su fe y su amor al prójimo en un lugar, Auschwitz, que simboliza como ningún otro la barbarie humana, y lo hizo con un gesto gratuito: de no haberse adelantado de la fila, nadie se habría escandalizado, ni habría dudado de su fe. El padre Kolbe murió por un acto de caridad hacia un hermano al que nunca había hablado, y al que, posiblemente, vio por vez primera cuando el coronel de las SS le señaló como víctima para el sacrificio.

(c) Comisión Diocesana de Enseñanza, Valencia.






9 de agosto de 2009

Mariano Martín y Azumi Nishizawa inauguraron el XV Ciclo Internacional de Órgano en Torreciudad

Fuente: Ecclesia Digital, 8/8/2009

El viernes 7 se inauguró el XV Ciclo Internacional de Órgano Música Sacra de Torreciudad con una actuación del dúo formado por Mariano Martín (flauta de pico) y Azumi Nishizawa (órgano). Unido al Festival de la Ribagorza “Clásicos en la Frontera”, el Ciclo ofrece la oportunidad de escuchar a prestigiosos profesionales de fama internacional.


En la presentación de los intérpretes, el Rector del Santuario, Javier de Mora Figueroa subrayó la profunda vocación artística de ambos, y glosó algunas ideas de la Carta a los Artistas (1999), en la que Juan Pablo II dejó expuesta de forma muy sugestiva la relación entre Dios y el Arte, entre la belleza y la fe.


Martín y Nishizawa interpretaron obras de Ortiz, Castello, Frescobaldi, Langlais, Haendel, Franck y Bartók, en un recorrido musical desde el Barroco hasta el s. XX. Ambos músicos ofrecieron en su actuación momentos de gran lirismo muy valorados por el público asistente. Martín sacó lo mejor de sí mismo en Haendel, compositor con el que conecta de forma especial, mientras que Nishizawa demostró conocer todas las posibilidades de un órgano sinfónico con su dominio de la registración.


El próximo concierto tendrá lugar el viernes 14, y correrá a cargo de la Capella de Sant Esteve (Valencia), con Juan de la Rubia como director y organista. La actuación enmarcará la celebración de la festividad de la Virgen de Torreciudad del domingo 16.

4 de agosto de 2009

西澤あずみ

(c) Alonso J. Torres

No me he equivocado en el título del blog. Absolutamente incomprensible para quien no sepa Japonés. Es el nombre de esta artista en su propio idioma y escritura. Comienza con dos Kanji, esos "dibujitos", que indican el apellido y continúa con tres sílabas en alfabeto hiragana, que indican el nombre.

La pianista japonesa Azumi Nishizawa ha podido ensayar en nuestra parroquia su próximo concierto, que forma parte del XV Ciclo Internacional de Órgano del Santuario de Torreciudad.
Azumi nos ha enviado una imagen en Torreciudad. Salió muy bien su concierto y nos alegramos.

1 de agosto de 2009

El rito de la Crismación. Algunos aspectos comparativos

Para entender más acerca del rito de la crismación que tiene lugar en el Sacramento del Bautismo, os invito a que veáis el vídeo de la consagración de la Catedral de Ntra. Sra. de la Almudena, el 15 de junio de 1993. El rito de la unción del altar con el Santo Crisma lo podéis ver desde el minuto 2:04.

El coro canta "Locus Iste", de Anton Bruckner.

En el Bautismo, el recién bautizado es ungido con este mismo Crsima. Consagrado para Dios.

31 de julio de 2009

San Ignacio


Un santo que dejó en la iglesia un gran legado: la Compañía, muchos santos... También destaca un método de reforma de la propia vida: los Ejercicios Espirituales

Ya comienza la preparacioón...




17 de julio de 2009

Un ser vivo...¡y humano!



Bebé-Aído": Una iniciativa verdaderamente positiva y simpática para ilustrarnos a todos, especialmente a ignorantes sin base científica...y sobre todo para ayudar a mujeres embarazadas a sacar adelante a su hijo. Frente a tanto dinero público (es decir de todos los contribuyentes) destinado a financiar este terrible crimen contra la humanidad que es el aborto, esta iniciativa brilla con luz propia. La belleza de la Vida se impone ante los sectores más oscuros y tenebrosos que se lucran con la muerte de indefensos "humanitos". Esto sí es hacer algo ante el hecho del aborto. Hace tiempo la Vicepresidenta de nuestro Gobierno nos llamaba "retrogrados y reaccionarios"a los que estamos en contra del aborto.




16 de julio de 2009

El escapulario de Nuestra Señora del Monte Carmelo


El escapulario del Carmen y otros escapularios

En la historia de la piedad mariana aparece la "devoción" a diversos escapularios, entre los que destaca el de la Virgen del Carmen. Su difusión es verdaderamente universal y sin duda se le aplican las palabras conciliares sobre las prácticas y ejercicios de piedad "recomendados a lo largo de los siglos por el Magisterio".

El escapulario del Carmen es una forma reducida del hábito religioso de la Orden de Hermanos de la bienaventurada Virgen del Monte Carmelo: se ha convertido en una devoción muy extendida e incluso más allá de la vinculación a la vida y espiritualidad de la familia carmelitana, el escapulario conserva una especie de sintonía con la misma. El escapulario es un signo exterior de la relación especial, filial y confiada, que se establece entre la Virgen, Reina y Madre del Carmelo, y los devotos que se confían a ella con total entrega y recurren con toda confianza a su intercesión maternal; recuerda la primacía de la vida espiritual y la necesidad de la oración.

El escapulario se impone con un rito particular de la Iglesia, en el que se declara que "recuerda el propósito bautismal de revestirse de Cristo, con la ayuda de la Virgen Madre, solícita de nuestra conformación con el Verbo hecho hombre, para alabanza de la Trinidad, para que llevando el vestido nupcial, lleguemos a la patria del cielo".

La imposición del escapulario del Carmen, como la de otros escapularios, "se debe reconducir a la seriedad de sus orígenes: no debe ser un acto más o menos improvisado, sino el momento final de una cuidadosa preparación, en la que el fiel se hace consciente de la naturaleza y de los objetivos de la asociación a la que se adhiere y de los compromisos de vida que asume".

CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS
DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA.
PRINCIPIOS Y ORIENTACIONES, 205
CIUDAD DEL VATICANO, 2002



Enlaces:
Escapulario (carmelitas)
Escapulario (carmelitas)
Escapulario (en Inglés)

19 de junio de 2009

Carta de Benedicto XVI parala convocación de un Año sacerdotal



Para leer la carta haz pulsa el boton izquierdo sobre la imagen


Declaración de los Obispos sobre el Anteproyecto de Ley del Aborto


La Comisión Permanente de la CEE ha aprobado una Declaración sobre el Anteproyecto de “Ley del aborto”. Los obispos, que en numerosas ocasiones han anunciado el Evangelio de la Vida y denunciado la cultura de la muerte, desean poner de relieve algunos aspectos del Anteproyecto en cuestión que, de llegar a convertirse en Ley, supondría un serio retroceso en la protección de la vida de los que van a nacer, un mayor abandono de las madres gestantes y, en definitiva, un daño muy serio para el bien común.

La Declaración, titulada Sobre el Anteproyecto de “Ley del aborto”: atentar contra la vida de los que van a nacer, convertido en “derecho”, puede consultarse íntegramente aquí:

A continuación se ofrece un resumen periodístico, basado en los aspectos principales del texto aprobado por la Permanente:

I. La mera voluntad de la gestante anula el derecho a la vida del que va a nacer

El aspecto tal vez más sombrío del Anteproyecto es su pretensión de calificar el aborto como un derecho que habría de ser protegido por el Estado. El Anteproyecto establece un plazo de catorce semanas dentro del cual la voluntad de la madre se convierte en árbitro absoluto sobre la vida o la muerte del hijo que lleva en sus entrañas. Sin embargo, el derecho a la vida no es una concesión del Estado, es un derecho anterior al Estado mismo y éste tiene siempre la obligación de tutelarlo. En cambio carece de autoridad para establecer un plazo, dentro de cuyos límites la práctica del aborto dejaría de ser un atentado contra el derecho a la vida.

II. La salud como excusa para eliminar a los que van a nacer

La inclusión del aborto entre los medios supuestamente necesarios para cuidar la salud es de por sí una grave falsedad. Abortar nunca es curar, es siempre matar. Una auténtica política sanitaria debe tener en cuenta siempre la salud de la madre gestante, pero también la vida y la salud del niño que va a nacer.
La imposición del aborto procurado en el sistema sanitario como prestación asistencial para la salud bio-psico-social de la gestante, a la que ésta tendría un supuesto derecho, lleva consigo la transferencia de la obligatoriedad a los profesionales de la sanidad. De este modo queda abierta la posibilidad de que no se respete a quienes por muy justificados motivos de conciencia se nieguen a realizar abortos, cargándolos arbitrariamente con un supuesto deber e incluso con eventuales sanciones.
Es necesario reconocer y agradecer el valor mostrado por tantos ginecólogos y profesionales de la sanidad que, fieles a su vocación y al verdadero sentido de su trabajo, resisten presiones de todo tipo e incluso afrontan ciertas marginaciones con tal de servir siempre a la vida de cada ser humano.

III. Se niega o devalúa al ser humano para intentar justificar su eliminación

Sorprendentemente, el Anteproyecto no explica en ningún momento por qué fragmenta el tiempo de la gestación en tres períodos o plazos pretendidamente determinantes de diferentes tipos de trato del ser humano en gestación. Es necesario sostener la afirmación irracional de que durante algún tiempo determinado el ser vivo producto de la fecundación humana no sería un ser humano, porque sería muy duro reconocer que sí lo es y al mismo tiempo afirmar que se le puede quitar la vida simplemente porque así lo decide quien lo gesta. Sería tanto como reconocer que hay un derecho a matar a un inocente.

IV. No se apoya a la mujer para ahorrarle el trauma del aborto y sus graves secuelas

Este proyecto legal no manifiesta interés real por el bien de las mujeres tentadas de abortar y, en particular, de las más jóvenes. Se limita a despejarles el camino hacia el abismo moral y hacia el síndrome post-aborto.
Agradecemos la dedicación de tantas personas que, en un número cada vez mayor de instituciones eclesiales o civiles, se dedican a prestar su apoyo personal a las mujeres gestantes y reconocemos el valiente testimonio público de las mujeres víctimas del aborto, que ayudan a la sociedad a recapacitar sobre un camino de sufrimiento ya demasiado largo. Las mujeres que se encuentran en esta dolorosa situación encontrarán siempre en la Iglesia el hogar de la misericordia y el consuelo.

V. Privar de la vida a los que van a nacer no es algo privado

El Anteproyecto de Ley presenta el aborto como si fuera un asunto privado ligado prácticamente sólo a la decisión individual de la gestante. Pero eliminar una vida no es nunca un asunto meramente privado. Por el contrario, se trata de un acto de gran trascendencia pública. La vida de los que van a nacer es un fundamental elemento constitutivo del bien común que merece especial protección y promoción. Se debería avanzar en las políticas de protección de la maternidad/paternidad, muy retrasadas respecto a los países de nuestro entorno.

VI. El Estado impone a todos una determinada educación sexual

Se comete la injusticia de imponer una determinada educación moral sexual, que, además, por ser abortista y “de género”, tampoco será eficaz ni como verdadera educación ni como camino de prevención del aborto.
Es necesario permitir y promover que la sociedad desarrolle sus capacidades educativas y morales.

Conclusión: por el Pueblo de la Vida

El Evangelio de la vida proclama que cada ser humano que viene a este mundo no es ningún producto del azar ni de las leyes ciegas de la materia, sino un ser único, capaz de conocer y de amar a su Creador, precisamente porque Dios lo ha amado desde siempre por sí mismo. Cada ser humano es, por eso, un don sagrado para sus padres y para toda la sociedad. No ha de ser considerado jamás como un objeto subordinado al deseo de otras personas. Su vida no puede quedar al arbitrio de nadie, y menos del Estado, cuyo cometido más básico es precisamente garantizar el derecho de todos a la vida, como elemento fundamental del bien común.

Hablamos precisamente a favor de quienes tienen derecho a nacer y a ser acogidos por sus padres con amor; hablamos a favor de las madres, que tienen derecho a recibir el apoyo social y estatal necesario para evitar convertirse en víctimas del aborto; hablamos a favor de la libertad de los padres y de las escuelas que colaboran con ellos para dar a sus hijos una formación afectiva y sexual de acuerdo con unas convicciones morales que los preparen de verdad para ser padres y acoger el don de la vida; hablamos a favor de una sociedad que tiene derecho a contar con leyes justas que no confundan la injusticia con el derecho.



16 de junio de 2009

Año sacerdotal

19 de junio 2009 - 19 de junio 2010

Oración por los sacerdotes

Señor Jesús,
te rogamos que tu Santísima Madre
cubra con su manto a los sacerdotes
y, por su intercesión,
les de fuerza para ejercer su ministerio.

Pedimos que María guíe a tus sacerdotes
para que sigan las mismas palabras de ella:
“Hagan lo que él les diga” (Juan 2,5).

Que les enseñe a tener el mismo corazón
que tenía San José,
esposo castísimo de María.

Que el corazón traspasado
de la Santísima Virgen
les inspire a recibir a todos
los que sufren al pie de la cruz.

Que sean sacerdotes santos,
encendidos con el fuego de tu amor
que sólo buscan tu mayor honor y gloria
y la salvación de las almas.

Amén.
San Juan Vianney, ruega por nosotros.

12 de junio de 2009

Un texto del P. Cantalamessa, para preparar la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Domingo 14 de junio





2005-02-12- Predicación del Viernes Santo en la Basílica de San Pedro

¡Viernes Santo de 2005, año de la Eucaristía! ¡Cuánta luz, sobre uno y otro misterio, de este acercamiento! Pero si la Eucaristía es «el memorial de la pasión», ¿cómo es que la Iglesia se abstiene de celebrarla precisamente el Viernes Santo? (A lo que estamos asistiendo no es, como sabemos, una Misa, sino una liturgia de la Pasión en la que sólo se recibe el cuerpo de Cristo consagrado el día precedente).

Existe una profunda razón teológica en ello. Quien se hace presente en el altar en cada Eucaristía es Cristo resucitado y vivo, no un muerto. La Iglesia se abstiene por ello de celebrar la Eucaristía en los dos días en que se recuerda a Jesús que yace muerto en el sepulcro, cuya alma está separada del cuerpo (si bien no de la divinidad). El hecho de que hoy no se celebre la Misa no atenúa, sino que refuerza el vínculo entre el Viernes Santo y la Eucaristía. La Eucaristía es a la muerte de Cristo como el sonido y la voz son para la palabra que transportan en el espacio y hacen llegar al oído.


Hay un himno latino, no menos querido que el Adoro te devote para la piedad eucarística de los católicos, que evidencia el vínculo entre la Eucaristía y la cruz, el Ave verum. Compuesto en el siglo XIII para acompañar la elevación de la Hostia en la Misa, se presta igualmente bien para saludar la elevación de Cristo en la cruz. Son apenas cinco versos, cargados sin embargo de mucho contenido:

¡Salve, verdadero cuerpo nacido de María Virgen!
Verdaderamente atormentado e inmolado en la cruz por el hombre.
De tu costado traspasado brotó agua y sangre.
Sé para nosotros prenda en el momento de la muerte.
¡Oh Jesús dulce, oh Jesús piadoso, oh Jesús, hijo de María!

El primer verso proporciona la clave para comprender el resto. Berengario de Tours había negado la realidad de la presencia de Cristo en el signo del pan, reduciéndola a una presencia simbólica. Para quitar todo pretexto a esta herejía, se comienza por afirmar la identidad total entre el Jesús de la Eucaristía y el de la historia. El cuerpo de Cristo presente en el altar es definido «verdadero» (verum corpus) para distinguirlo de un cuerpo puramente «simbólico» e incluso del cuerpo «místico» que es la Iglesia.

Todas las expresiones siguientes se refieren al Jesús terrenal: nacimiento de María, pasión, muerte, traspasamiento del costado. El autor se detiene en este punto; no menciona la resurrección porque ésta podría hacer pensar en un cuerpo glorificado y espiritual, y por lo tanto no lo suficientemente «real».

La teología ha vuelto hoy a una visión más equilibrada de la identidad entre el cuerpo histórico y el eucarístico de Cristo e insiste en el carácter sacramental, no material (si bien real y sustancial) de la presencia de Cristo en el sacramento del altar.

Pero, aparte de esta diferente acentuación, permanece intacta la verdad de fondo afirmada por el himno. Es el Jesús nacido de María en Belén, el mismo que «pasó haciendo el bien a todos» (Hch 10,38), que murió en la cruz y resucitó al tercer día, el que está presente hoy en el mundo, no una vaga presencia espiritual suya, o, como dice alguno, su «causa». La Eucaristía es el modo inventado por Dios para ser para siempre el «Emmanuel», Dios-con-nosotros.

Tal presencia no es una garantía y una protección sólo para la Iglesia, sino para todo el mundo. «¡Dios está con nosotros!». Esta frase nos atemoriza y ya casi no nos atrevemos a pronunciarla. Se le ha dado a veces un sentido exclusivo: Dios está «con nosotros», se entiende no con los demás, es más, está «contra» los demás, contra nuestros enemigos. Pero con la venida de Cristo todo se ha hecho universal. «Dios ha reconciliado al mundo consigo en Cristo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres» (2Co 5,19). Al mundo entero, no a una parte; a todos los hombres, no a un solo pueblo.

«Dios está con nosotros», esto es, de parte del hombre, es su amigo y aliado contra las fuerzas del mal. Es el único que personifica todo y solo el frente del bien contra el frente del mal. Esto daba la fuerza a Dietrich Bonhoeffer, en la cárcel y en espera de la sentencia de muerte por parte del «poder malo» de Hitler, de afirmar la victoria del poder bueno:

Envueltos de maravilla por fuerzas amigas
esperamos con calma lo que ocurra.
Dios está con nosotros en la noche y en la mañana,
estará con nosotros cada nuevo día.

Von guten Mächten wunderbar geborgen
erwarten wir getrost, was kommen mag.
Gott ist mit uns am Abend und am Morgen
und ganz gewiss an jeden neuen Tag.

«No sabemos –escribe el Papa en la Novo millennio ineunte-- qué acontecimientos nos reservará el milenio que está comenzando, pero tenemos la certeza de que éste permanecerá firmemente en las manos de Cristo, el “Rey de Reyes y Señor de los Señores”» (Ap 19,16) [1].


Tras el saludo llega, en el himno, la invocación: Esto nobis praegustatum mortis in examine. Sé para nosotros, oh Cristo, prenda y anticipo de vida eterna en la hora de la muerte. Ya el mártir Ignacio de Antioquía llamaba la Eucaristía «medicina de inmortalidad», esto es, remedio a nuestra mortalidad [2]. En la Eucaristía tenemos «la prenda de la gloria futura»: «et futurae gloriae nobis pignus datur».

Algunas investigaciones han revelado un hecho extraño: hay, también entre los creyentes, personas que creen en Dios, pero no en una vida para el hombre después de la muerte. ¿Pero cómo se puede pensar algo así? Cristo, dice la Carta a los Hebreos, murió para procurarnos «una redención eterna» (Hb 9,12). ¡No temporal, sino eterna!

Se objeta que nadie ha vuelto jamás del más allá para asegurarnos que existe de verdad y que no se trata sólo una piadosa ilusión. ¡No es cierto! Hay uno que cada día vuelve del más allá para asegurarnos y renovar sus promesas, si sabemos escucharle. Aquél hacia el cual estamos encaminados nos sale al encuentro en la Eucaristía para darnos una muestra (praegustatum!) del banquete final del reino.

Debemos gritar al mundo esta esperanza para ayudarnos a nosotros mismos y a los demás a vencer el horror que nos provoca la muerte y reaccionar al sombrío pesimismo que flota en nuestra sociedad. Se multiplican los diagnósticos desesperados sobre el estado del mundo: «un hormiguero que se desmorona», «un planeta que agoniza»... La ciencia traza con detalles cada vez mayores el posible escenario de la disolución final del cosmos. «Se enfriará la tierra y los demás planetas, se enfriará el sol y las demás estrellas, se enfriará todo... Disminuirá la luz y aumentarán en el universo los agujeros negros... La expansión un día se agotará y comenzará la contracción y al final se asistirá al colapso de toda la materia y de toda la energía existente en una estructura compacta de densidad infinita. Ocurrirá entonces el Big Crunch o gran implosión, y todo volverá al vacío y al silencio que precedió a la gran explosión o Big Bang, de hace quince mil millones de años...».

Nadie sabe si las cosas se desarrollarán verdaderamente así o de otra forma. En cambio la fe nos asegura que, aunque así fuera, no será ese el final total. Dios no ha reconciliado al mundo consigo para abandonarlo después a la nada; no ha prometido permanecer con nosotros hasta el fin del mundo para después retirarse, solo, en su cielo, cuando este fin acontezca. «Con amor eterno te he amado», dijo Dios al hombre en la Biblia (Jr 31,3), y las promesas de «amor eterno» de Dios no son como las del hombre.

Prosiguiendo idealmente la meditación del Ave verum, el autor del Dies irae eleva a Cristo una abrasadora oración que nunca como en este día podemos hacer nuestra: «Recordare, Iesu pie, quod sum causa tuae viae: ne me perdas illa die»: Acuérdate, oh buen Jesús, que por mí subiste a la cruz: no permitas que me pierda en ese día. «Quaerens me sedisti lassus, redemisti crucem passus: tantus labor non sit cassus»: Al buscarme, te sentaste un día cansado en el pozo de Siquem y subiste a la cruz para redimirme: que tanto dolor no sea malgastado.


El Ave verum se cierra con una exclamación dirigida a la persona de Cristo: «O Iesu dulcis, o Iesu pie». Estas palabras nos presentan una imagen exquisitamente evangélica de Cristo: el Jesús «dulce y piadoso», esto es, clemente, compasivo, que no parte la caña quebrada y no apaga la mecha mortecina (Cf. Mt 12,20). El Jesús que un día dijo: «Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29). La Eucaristía prolonga en la historia la presencia de este Jesús. ¡Es el sacramento de la no violencia!

La mansedumbre de Cristo sin embargo no justifica, más bien hace aún más extraña y odiosa, la violencia que se registra hoy frente a su persona. Se ha dicho que, con su sacrificio, Cristo puso fin al perverso mecanismo del chivo expiatorio, sufriendo él mismo las consecuencias [3]. Hay que decir con tristeza que tal mecanismo perverso está nuevamente en marcha respecto a Cristo de una forma hasta ahora desconocida.

Contra él se desahoga todo el resentimiento de un cierto pensamiento secular referente a las manifestaciones de unión entre la violencia y lo sagrado. Como es regla en el mecanismo del chivo expiatorio, se elige al elemento más débil para ensañarse contra él. «Débil», aquí, en el sentido de que se le puede escarnecer impunemente, sin correr peligro alguno de retorsión, habiendo los cristianos renunciado desde hace tiempo a defender la propia fe con la fuerza.

No se trata sólo de las presiones para retirar el crucifico de los lugares públicos y el pesebre de las celebraciones navideñas. Se suceden sin descanso novelas, películas y espectáculos en los que se manipula a placer la figura de Cristo basándose en fantasmales e inexistentes documentos y descubrimientos. Se está convirtiendo en una moda, una especie de género literario.

Siempre ha existido la tendencia a revestir a Cristo de los ropajes de la propia época o de la propia ideología. Pero al menos en el pasado, aún discutibles, había causas serias y de gran alcance: el Cristo idealista, socialista, revolucionario... Nuestra época, obsesionada con el sexo, ya no sabe representar a Jesús más que como un gay ante litteram o uno que predica que la salvación viene de la unión con el principio femenino y da ejemplo de ello casándose con la Magdalena.

Surgen como paladines de la ciencia contra la religión: ¡una reivindicación sorprendente a juzgar por como es tratada en estos casos la ciencia histórica! Las historias más fantasiosas y absurdas son propinadas y bebidas lamentablemente por muchos como si se tratasen de historia verdadera, más aún, de la única historia libre por fin de censuras eclesiásticas y tabúes. «El hombre que ya no cree en Dios está dispuesto a creer en todo», dijo alguien. Los hechos le están dando la razón.

Se especula sobre la vastísima resonancia que tiene el nombre de Jesús y sobre lo que significa para una gran parte de la humanidad, a fin de asegurarse una popularidad a buen precio o causar sensación con mensajes publicitarios que abusan de símbolos e imágenes evangélicas. (Ha ocurrido recientemente con la imagen de la última cena) ¡Pero esto es parasitismo literario y artístico!

Jesús es vendido de nuevo por treinta monedas, escarnecido y recubierto con vestidos de burla como en el pretorio. (¡En un espectáculo emitido el pasado enero por una televisión estatal europea Cristo aparecía en la cruz con pañales de niño!). Y luego surge el escándalo y se critica la intolerancia y la censura si los creyentes reaccionan enviando cartas y telefoneando en protesta a los responsables. La intolerancia desde hace tiempo ha cambiado de campo en Occidente: ¡de intolerancia religiosa se ha transformado en intolerancia de la religión en algunos ambientes!

«Nadie –se objeta— tiene el monopolio de los símbolos y de las imágenes de una religión». Pero también los símbolos de una nación –el himno, la bandera-- son de todos y de nadie; ¿está acaso por esto permitido burlarse de ellos y explotarlos a placer?

El misterio que celebramos en este día nos prohíbe abandonarnos a complejos de persecución y levantar de nuevo muros o bastiones entre nosotros y la cultura (o in-cultura) moderna. Tal vez debemos imitar a nuestro Maestro y decir sencillamente: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen». Perdónales a ellos y a nosotros, porque es ciertamente también a causa de nuestros pecados, presentes y pasados, que todo esto sucede y se sabe que frecuentemente es para golpear a los cristianos y a la Iglesia que se golpea a Cristo.

Nos permitimos sólo dirigir a nuestros contemporáneos, en nuestro interés y en el suyo, el llamamiento que Tertuliano hacía en su tiempo a los gnósticos enemigos de la humanidad de Cristo: «Parce unicae spei totius orbis»: no quitéis al mundo su única esperanza [4].


La última invocación del Ave verum evoca la persona de la madre: «O Iesu filii Mariae». Dos veces es recordada, en el breve himno, la Virgen: al principio y al final. Por lo demás, todas las exclamaciones finales del himno son una reminiscencia de las últimas palabras de la Salve Regina: «O clemens, o pia, o dulcis virgo Maria»: oh clemente, oh pía, oh dulce Virgen María.

La insistencia en el vínculo entre María y la Eucaristía no responde a una necesidad sólo devocional, sino también teológica. Nacer de María fue, en tiempo de los Padres, el argumento principal contra el docetismo que negaba la realidad del cuerpo de Cristo. Coherentemente, este mismo nacimiento atestigua ahora la verdad y realidad del cuerpo de Cristo presente en la Eucaristía.

Juan Pablo II concluye su carta apostólica Mane nobiscum Domine remitiéndose precisamente a las palabras del himno: «El Pan eucarístico que recibimos --escribe-- es la carne inmaculada del Hijo: “Ave verum corpus natum de Maria Virgine” . Que en este Año de gracia, con la ayuda de María, la Iglesia reciba un nuevo impulso para su misión y reconozca cada vez más en la Eucaristía la fuente y la cumbre de toda su vida» [5].

Aprovechamos la ocasión de estas palabras suyas para hacer llegar al Santo Padre el agradecimiento por el don del año eucarístico y el deseo de que recupere pronto la salud. Vuelva pronto, Santo Padre; la Pascua es mucho menos «Pascua» sin usted.

Concluyamos volviendo a nuestro himno. El signo más claro de la unidad entre Eucaristía y misterio de la cruz, entre el año eucarístico y el Viernes Santo, es que nosotros podemos ahora emplear las palabras del Ave verum, sin cambiar una sílaba, para saludar a Cristo, quien dentro de poco será elevado en la cruz ante nosotros. Humildemente, por ello, invito a todos los presentes (los que no conozcan el texto latino lo pueden encontrar en el librito que tienen en la mano) a unirse a mí y –posiblemente de pié-- proclamar en voz alta, con conmovida gratitud y en nombre de todos los hombres redimidos por Cristo:

Ave verum corpus natum de Maria Virgine
Vere passum, immolatum in cruce pro homine
Cuius latus perforatum fluxit aqua et sanguine
Esto nobis praegustatum mortis in examine
O Iesu dulcis, o Iesu pie, o Iesu fili Mariae !


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[1] Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, 35.
[2] S. Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios, 20, 2.
[3] Cf. R. Girard, Des choses cachées depuis la fondation du monde, Grasset, París 1978.
[4] Tertuliano, De carne Christi, 5, 3 (CCL 2, p. 881).
[5] Mane nobiscum Domine, 31.


[Traducción del original italiano realizada por Zenit.org]
Autor: P. Raniero Cantalamessa, ofm.cap.